Roban para seguir robando
Fuente: Posteado por Jose Torres Pollero/ foto: Archivo
Los que roban elecciones, según aprendimos aquel ya lejano 27 de diciembre de 1992 cuando Lino Oviedo y “Calé” Galaverna obedecieron la orden de desconocer el triunfo de Luis María Argaña, no lo hacen porque sean buenos, ni siquiera lo hacen porque sean fanáticos. Las roban para seguir robando las siguientes elecciones y las siguientes y las siguientes; las roban porque quieren seguir en el poder a pesar de la voluntad popular. Los que roban elecciones son golpistas. Odian la voluntad del pueblo, la desconocen, la violan, la aplastan y se imponen, mediante el fraude electoral, a lo que el pueblo decide: No hay peor crimen que robar las elecciones porque no hay nada más deleznable que estar en el poder en contra del deseo de la mayoría del pueblo.
Tras aquel 27 de diciembre de 1992, ahora sabemos, por confesión de uno de los fraudulentos, que falsificaron las actas electorales de las elecciones internas que ese día realizó la Asociación Nacional Republicana (ANR, Partido Colorado) para elegir su candidato a la Presidencia de la República para las elecciones generales de mayo de 1993.
Las actas falsificadas convirtieron la derrota de Juan Carlos Wasmosy en triunfo y el triunfo de Luis María Argaña en derrota.
Las técnicas para robar consultas populares parecen muy variadas. No solamente falsificar las actas. También, por ejemplo, hacer lugar a discrecionalmente a impugnaciones arbitrarias es un método muy eficaz de desconocer la voluntad de la mayoría.
Hablando de consultas populares, me gustaría mucho que el Tribunal Electoral del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA) publique un listado de las impugnaciones a las que hizo lugar sobre las urnas “delivery” del 1 de abril de 2012, consignando el motivo de las mismas y qué candidatura las solicitó.
A mi juicio, los marxistas que gobiernan con Fernando Lugo están totalmente resueltos a no dejar el poder. En Nicaragua se tuvo ya una muestra fehaciente, en los dos últimos procesos electorales de ese sufrido país centroamericano, de lo que los marxistas son capaces de hacer para permanecer en el poder en contra de la voluntad de la mayoría.
Los que crean que los alumnos de Chávez en Paraguay son distintos a los alumnos de Chávez en cualquier otro país tendrían que pedir conmigo el listado de impugnaciones que aquí solicito al Tribunal Electoral del PLRA.
Desde el punto de vista de la voluntad expresada, reconocida incluso por el Tribunal del PLRA de la mayoría, Fernando Lugo es el gran derrotado de esta consulta liberal vía urnas “delivery” (http://bit.ly/Hgp12N), en la que solamente un tercio de los consultados votó a favor del luguismo.
Solamente un tercio de los consultados votó por el luguismo. Me parece que ese es un dato simple que se desprende de los resultados oficiales dados por el Tribunal Electoral del PLRA.
Si las condiciones democráticas siguen vigentes en nuestra República, difícilmente podrá el luguismo revertir esta derrota histórica.
Lugo cuenta, para tratar de hacerlo, con dos elementos: La autodenominada clase política y las enseñanzas de Lenin.
En general, la autodenominada clase política de nuestro país no respeta los mandatos populares. Como es una junta de personas que llegan a los cargos electivos por mero efecto de tener la dudosa habilidad de integrar las listas sábana de algún cacique, los mandatos populares no le interesan a la clase política, no le importan.
Así, hemos escuchado en los últimos días a algunos operadores políticos decir que Federico Franco, por ejemplo, jamás apoyará a Efraín Alegre, como si los electores del vicepresidente fueran ovejas a las que Federico puede mudar de potrero o de corral a su antojo y como si un apoyo de Federico a Blas Llano significa que los electores que votaron por él lo obedecerán como esclavos mentales.
En las democracias, por supuesto, los líderes acatan lo que dice el electorado, de abajo para arriba, pero nuestra autodenominada clase política cree que los paraguayos debemos obedecer a los líderes, de arriba para abajo.
Entonces, reemplazan con las movidas oportunistas de los caciques lo que la gente expresó claramente con sus votos.
Esos son los cómplices con que cuenta Lugo en primer lugar.
Luego vienen las enseñanzas de Lenin. El proyecto marxista es a mediano plazo y no es democrático, la voluntad mayoritaria del pueblo no le interesa. Nunca le interesó. Ya en 1902, en “Qué Hacer”, Lenin descalificó a las mayorías populares diciendo explícitamente que la falta de conciencia de las “masas” debía ser suplida por una pequeñísima minoría autonombrada “vanguardia del proletariado”.
Esto, la falta de interés que tiene el luguismo en aceptar la voluntad de la mayoría, es consistente con la manera en que se impuso Blas Llano en la consulta vía urnas “delivery” y es una señal ominosa de lo que nos espera a todos los paraguayos para cualquier consulta popular que se haga de ahora en adelante.
Si yo fuera colorado, o patriaqueridista, u oviedista, estaría pensando ya, bastante preocupado, en legislar de modo que no solamente las actas no puedan ser falsificadas, sino que las impugnaciones arbitrarias no puedan ser discrecionalmente aceptadas.
Y también estaría estudiando cuidadosamente, para evitarla, la manera en que los alumnos de Chávez en Nicaragua se cargaron ya dos elecciones.
Si alguien cree que los marxistas que dirige Fernando Lugo se van a detener aquí, pues está muy, pero muy equivocado. Esto recién empieza.Y si alguien cree que la ANR está a salvo de los tentáculos del luguismo, pues también está muy equivocado. De hecho, hay un intento formal, de los llamados “colorados libres”, de trabajar por la continuidad del luguismo y hay otros esfuerzos para quebrar al coloradismo.
Lo único que Lugo necesita para quebrar la ANR es que alguno de los concurrentes a sus elecciones internas juegue sin “fair play”, para lograr el mismo resultado que ahora obtuvo en el PLRA.
Con un tercio de cada uno de los grandes partidos trabajando a su favor o neutralizado, podrá lograr que un quinto del electorado se mantenga en el gobierno contra la voluntad de los cuatro quintos restantes. Lenin hubiera estado orgulloso de él.
fuentes Amambay Ahora
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